1. Si cae en sus manos un botón con agujero central, como el representado en la fig. 21, no hay nada más fácil que transformarlo en una peonza.
Haga pasar por el agujero de en medio -único que nos hace falta- una cerilla de palo, que entre bien ajustarla y que tenga un extremo afilado, y la peonza ya está hecha.
Dará vueltas no sólo sobre el extremo afilado de su eje, sino también sobre el romo: para esto no hay más que hacerla girar como de ordinario se hace, sujetando su eje entre los dedos y dejándola caer después con destreza sobre el extremo romo: la peonza girará sobre él balanceándose graciosamente de un lado a otro.
2. Podemos arreglárnoslas también sin botón con agujero en medio. Un tapón siempre se encuentra a mano. Corte usted una rodaja de él, atraviese su centro con una cerilla de palo y tendrá la perinola número 2 (fig. 22).
Figuras 21, 22 y 23
3. En la fig. 23 Peonza 3. Material; una nuez, cerilla-
una nuez que gira sobre un saliente agudo. Para convertir una nuez apropiada en peonza, basta clavar en ella, por su parte achatada, una cerilla de palo y después hacerla girar.
4. Peonza 4: Material: Con un tapón.
4. Peonza 4: Material: Con un tapón.
Todavía será mejor si consigue un tapón plano ancho (o la tapadera de plástico de un frasco no muy grande). Caldee usted entonces un alambre de hierro o una aguja de hacer punto y queme con ella el tapón, a lo largo de su eje, de manera qué quede un agujerito para la cerilla. Esta peonza bailará durante mucho tiempo con estabilidad.
5. Peonza 5. Una cajita redonda, de píldoras, atravesada por una cerilla afilada. Para que la cajita se mantenga firmemente en el eje, sin deslizarse a lo largo de él, hay que lacrar el orificio (fig. 24).
6. Una peonza muy interesante es la que ve usted en la fig. 25. A la periferia de su disco de cartón van atados con hilos unos botoncitos esféricos con ojos. Cuando la peonza gira, los botoncitos son lanzados a lo largo de los radios del disco, tensan los hilos y ponen de manifiesto claramente la acción de la fuerza centrífuga que ya conocemos.
Figuras 24, 25 y 26
7. Esto mismo, pero de otro modo, lo muestra la peonza de la fig. 26. En el disco de corcho de la peonza van hincados unos alfileres, en los cuales hay ensartadas cuentas multicolores que pueden deslizarse libremente por ellos. Cuando la peonza gira, las cuentas son empujadas por la fuerza centrífuga hacia las cabezas de los alfileres. Si la peonza en rotación está bien iluminada, las varillas de los alfileres se confunden y forman una cinta plateada continua bordeada por la abigarrada circunferencia que originan las cuentas. Para poder contemplar durante más tiempo el efecto que produce esta peonza, conviene hacerla bailar en un plato llano.
Figuras 27 y 28
8. La peonza de la fig. 27 es de colores. Su fabricación es laboriosa, pero ella compensa el trabajo realizado poniendo de manifiesto propiedades admirables. De un trozo de cartón corte usted un círculo liso, traspáselo, con una aguja de hacer punto, en el centro y póngale una cerilla de palo afilada, apretándolo, para mayor solidez, entre dos círculos de corcho. Ahora divida el disco de cartón en partes iguales por medio de líneas rectas que vayan desde el centro a la periferia, lo mismo que cuando se corta una tarta redonda; las partes obtenidas -que un matemático llamaría «sectores»- píntelas alternativamente de amarillo y azul. ¿Qué verá usted cuando empiece a girar la peonza? El disco no parecerá azul ni amarillo, sino verde. Los colores azul y amarillo, al confundirse en nuestro ojo, dan un color nuevo, el verde.
Continúe sus experiencias acerca de la mezcla de colores. Prepare un disco cuyos sectores estén pintados alternativamente de color celeste y anaranjado. Esta vez el disco, cuando gire, será blanco (o mejor dicho, gris claro, tanto más claro cuanto más puras sean sus pinturas). Dos colores que al mezclarse dan el blanco, se llaman en física «complementarios». Nuestra peonza nos ha demostrado, pues, que el celeste y el anaranjado son dos colores complementarios.
Si su colección de colores es buena, puede usted atreverse a repetir el experimento que hace 200 años hizo el eminente científico inglés Newton. Concretamente: pinte los sectores del disco con los siete colores del iris: violeta, azul, celeste, verde, amarillo, anaranjado y rojo. Cuando el disco gire, estos siete colores deben confundirse dando un color blanco grisáceo. Este experimento le ayudará a comprender que cada rayo de luz solar blanca se compone de muchos rayos de color.
Una variante de nuestros experimentos con la peonza de colores consiste en lo siguiente: cuando la peonza esté ya bailando, eche sobre ella un anillo de papel; el color de este último cambiará inmediatamente (fig. 28).
Figura 29
9. Peonza registradora (fig. 29). Haga usted una peonza como acabamos de decir, pero póngale como eje no una cerilla afilada o un palito, sino un lápiz blando con punta. Haga que esta peonza baile sobre una hoja de cartón un poco inclinada. La peonza, al girar, irá bajando poco a poco por el cartón y dibujando con el lápiz una serie de rizos. Estos rizos serán fáciles de contar, y como cada uno de ellos se forma al dar una vuelta completa la peonza, observando su rotación con un reloj en mano no será difícil determinar cuántas vueltas da la peonza cada segundo). A simple vista sería imposible contarlas.
A continuación se representa otro tipo de peonza registradora. Para hacerla hay que conseguir un disco de plomo, de esos que se ponen en los bordes de las cortinas para que queden tirantes. En el centro del disco hay que horadar un orificio (el plomo es blando y perforarlo no es difícil) y a ambos lados de éste practicar dos agujeremos (uno a cada lado).
El disco se ensarta por el orificio central en un palito afilado, a través de uno de los agujeremos se hace pasar un trozo de sedal de kaprón (fibra sintética) o de cerda, de manera que salgan por abajo un poquito más que el eje de la peonza; el sedal se fija en esta posición con una astillita de palo de una cerilla. El tercer agujerito se deja sin emplear; lo horadamos para que el disco de plomo pese exactamente lo mismo por ambos lados de su eje, de lo contrario la peonza estaría cargada irregularmente y no bailaría con suavidad.
Ya está hecha la peonza registradora; pero para hacer los experimentos con ella hay que preparar un plato ahumado. Después de mantener el fondo del plato sobre la llama de una astilla ardiendo, o de una vela encendida, hasta que su superficie se cubra de una capa uniforme de hollín espeso, se echa a bailar la peonza por esta superficie. Al girar, la peonza se deslizará por ella y el extremo del sedal trazará al mismo tiempo, en blanco sobre negro, un dibujo complicado pero bastante bonito (fig. 30).
Figuras 30 y 31
10.La peonza carrusel.
5. Peonza 5. Una cajita redonda, de píldoras, atravesada por una cerilla afilada. Para que la cajita se mantenga firmemente en el eje, sin deslizarse a lo largo de él, hay que lacrar el orificio (fig. 24).
6. Una peonza muy interesante es la que ve usted en la fig. 25. A la periferia de su disco de cartón van atados con hilos unos botoncitos esféricos con ojos. Cuando la peonza gira, los botoncitos son lanzados a lo largo de los radios del disco, tensan los hilos y ponen de manifiesto claramente la acción de la fuerza centrífuga que ya conocemos.
Figuras 24, 25 y 26
7. Esto mismo, pero de otro modo, lo muestra la peonza de la fig. 26. En el disco de corcho de la peonza van hincados unos alfileres, en los cuales hay ensartadas cuentas multicolores que pueden deslizarse libremente por ellos. Cuando la peonza gira, las cuentas son empujadas por la fuerza centrífuga hacia las cabezas de los alfileres. Si la peonza en rotación está bien iluminada, las varillas de los alfileres se confunden y forman una cinta plateada continua bordeada por la abigarrada circunferencia que originan las cuentas. Para poder contemplar durante más tiempo el efecto que produce esta peonza, conviene hacerla bailar en un plato llano.
Figuras 27 y 28
8. La peonza de la fig. 27 es de colores. Su fabricación es laboriosa, pero ella compensa el trabajo realizado poniendo de manifiesto propiedades admirables. De un trozo de cartón corte usted un círculo liso, traspáselo, con una aguja de hacer punto, en el centro y póngale una cerilla de palo afilada, apretándolo, para mayor solidez, entre dos círculos de corcho. Ahora divida el disco de cartón en partes iguales por medio de líneas rectas que vayan desde el centro a la periferia, lo mismo que cuando se corta una tarta redonda; las partes obtenidas -que un matemático llamaría «sectores»- píntelas alternativamente de amarillo y azul. ¿Qué verá usted cuando empiece a girar la peonza? El disco no parecerá azul ni amarillo, sino verde. Los colores azul y amarillo, al confundirse en nuestro ojo, dan un color nuevo, el verde.
Continúe sus experiencias acerca de la mezcla de colores. Prepare un disco cuyos sectores estén pintados alternativamente de color celeste y anaranjado. Esta vez el disco, cuando gire, será blanco (o mejor dicho, gris claro, tanto más claro cuanto más puras sean sus pinturas). Dos colores que al mezclarse dan el blanco, se llaman en física «complementarios». Nuestra peonza nos ha demostrado, pues, que el celeste y el anaranjado son dos colores complementarios.
Si su colección de colores es buena, puede usted atreverse a repetir el experimento que hace 200 años hizo el eminente científico inglés Newton. Concretamente: pinte los sectores del disco con los siete colores del iris: violeta, azul, celeste, verde, amarillo, anaranjado y rojo. Cuando el disco gire, estos siete colores deben confundirse dando un color blanco grisáceo. Este experimento le ayudará a comprender que cada rayo de luz solar blanca se compone de muchos rayos de color.
Una variante de nuestros experimentos con la peonza de colores consiste en lo siguiente: cuando la peonza esté ya bailando, eche sobre ella un anillo de papel; el color de este último cambiará inmediatamente (fig. 28).
Figura 29
9. Peonza registradora (fig. 29). Haga usted una peonza como acabamos de decir, pero póngale como eje no una cerilla afilada o un palito, sino un lápiz blando con punta. Haga que esta peonza baile sobre una hoja de cartón un poco inclinada. La peonza, al girar, irá bajando poco a poco por el cartón y dibujando con el lápiz una serie de rizos. Estos rizos serán fáciles de contar, y como cada uno de ellos se forma al dar una vuelta completa la peonza, observando su rotación con un reloj en mano no será difícil determinar cuántas vueltas da la peonza cada segundo). A simple vista sería imposible contarlas.
A continuación se representa otro tipo de peonza registradora. Para hacerla hay que conseguir un disco de plomo, de esos que se ponen en los bordes de las cortinas para que queden tirantes. En el centro del disco hay que horadar un orificio (el plomo es blando y perforarlo no es difícil) y a ambos lados de éste practicar dos agujeremos (uno a cada lado).
El disco se ensarta por el orificio central en un palito afilado, a través de uno de los agujeremos se hace pasar un trozo de sedal de kaprón (fibra sintética) o de cerda, de manera que salgan por abajo un poquito más que el eje de la peonza; el sedal se fija en esta posición con una astillita de palo de una cerilla. El tercer agujerito se deja sin emplear; lo horadamos para que el disco de plomo pese exactamente lo mismo por ambos lados de su eje, de lo contrario la peonza estaría cargada irregularmente y no bailaría con suavidad.
Ya está hecha la peonza registradora; pero para hacer los experimentos con ella hay que preparar un plato ahumado. Después de mantener el fondo del plato sobre la llama de una astilla ardiendo, o de una vela encendida, hasta que su superficie se cubra de una capa uniforme de hollín espeso, se echa a bailar la peonza por esta superficie. Al girar, la peonza se deslizará por ella y el extremo del sedal trazará al mismo tiempo, en blanco sobre negro, un dibujo complicado pero bastante bonito (fig. 30).
Figuras 30 y 31
10.La peonza carrusel.
El hacerla es mucho más fácil de lo que parece a primera vista. El disco y la varilla que hace de eje son en este caso lo mismo que en la peonza de colores que ya conocemos. En el disco se hincan alfileres con gallardetes distribuyéndolos simétricamente alrededor del eje. Después se pegan en el disco unos diminutos caballitos de papel, con sus jinetes respectivos, y ya tiene usted un pequeño carrusel para distraer a su hermanito o hermanita menor (fig. 31).