Cogemos 3 botellas iguales de plástico transparente, les recortamos el
fondo para quedarnos con las bocas a modo de embudos.
Las rotulamos como A, B y C.
Tapamos la abertura más pequeña con una gasa sujeta con una goma elástica y la
colocamos sobre una probeta de plástico de 200 ml.
Rellenamos el embudo A con arena de río, el B con arcilla sin fisuras y el C
con trozos de caliza que simulan un terreno fisurado.
Añadimos 100 ml de agua en todos los recipientes (medidos con la probeta).
Pasados unos minutos, se mide el volumen de agua recogido en cada una
de las probetas y se calcula el volumen de agua retenido por cada uno de
Esta sencilla experiencia nos permite observar fácilmente qué terrenos permiten la
infiltración del agua y las características que permiten esta infiltración:
porosidad, fracturas, etc.